Con una apariencia exterior austera, en esta casa se encuentran en perfecta armonía el azul del cielo y el ladrillo. Ladrillo, vernáculo, atemporal y tectónico que, como señaló Moreno Villa, era y es “el material pobre de los bellos monumentos”.
Sin embargo, esta casa pone en contraste la sobriedad de la envolvente con una riqueza espacial interior inesperada. Su doble altura interior y sus huecos estratégicamente colocados, dotan a la vivienda de una amplitud y claridad únicas.
Su escalera etérea, que parece flotar hacia el cielo y se vislumbra a través de una claraboya en cubierta, contribuye aún más a dar esta sensación de levedad.
Como decimos, esta casa es rotundamente dual, pues enfrenta continuamente conceptos como la pesadez del ladrillo con la ligereza material interior, el volumen que nace de la tierra con el interior que te lleva al cielo.