Inspirada en la arquitectura tradicional ibérica pero interpretada desde una óptica vanguardista, se presenta esta casa, para vivir y para soñar. Un primer cuerpo o basamento pesante, ligado al terreno, sostiene un volumen blanco, ligero, etéreo e ingrávido, un elemento más propio del cielo que de la tierra. En realidad, hablamos de dos casas; la casa para vivir y la casa para soñar.
En el cuerpo bajo, de apariencia pétrea, se concentra el programa diurno; cocina y salón-comedor. Los dormitorios, sin embargo, quedan alojados en la planta primera, la del descanso y los sueños, alejados del suelo y orientados hacia las mejores vistas.
En el exterior, la frontera entre los dos mundos de la vivienda, al igual que ocurre en la naturaleza con el horizonte, el mundo estereotómico ligado a la tierra, y el tectónico, ligado al cielo y a la luz quedan separados por una estricta línea horizontal de cambio de material. Una terraza perimetral en planta baja, con un podio sobreelevado, permite acceder a la vivienda desde la noción de “promenade architecturale”, acompañado por el gesto del volumen blanco superior, que cubre y ampara la llegada del usuario. La idea de plano horizontal o podio se da también en planta primera, donde se establece una terraza para dominar de este modo las vistas del entorno.